La prioridad de lo humano
Discurso en la Universidad de Molise (5 julio 2014)
Discurso del Papa Francisco al mundo del trabajo de la región de Molise en la Universidad de Campobasso (5-7-2014):
Señor rector, autoridades, alumnos, personal de la Universidad, profesores, hermanos y hermanas del mundo del trabajo:
Les doy las gracias por su acogida. Les doy las gracias, sobre todo, por haber compartido conmigo la situación que viven, sus fatigas y sus esperanzas. El señor rector ha retomado la expresión que dije en una ocasión: que nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Es verdad: cada día nos da una. Es así, nuestro Padre. Pero ha dicho otra cosa acerca de Dios, que retomo yo ahora: Dios que rompe esquemas. Y si no tenemos el valor de romper esquemas, nunca avanzaremos, porque nuestro Dios nos impulsa a esto: a ser creativos respecto al futuro.
Mi visita a Molise comienza con este encuentro con el mundo del trabajo, pero el lugar en que nos hallamos es la Universidad. Y esto resulta significativo: expresa la importancia de la investigación y de la formación también para responder a las nuevas y complejas preguntas que la actual crisis económica plantea a escala local, nacional e internacional.
Lo atestiguaba hace poco el joven agricultor, con su elección de estudiar la licenciatura en Agronomía y de trabajar la tierra «por vocación». La permanencia del campesino en la tierra no es una permanencia fija, sino el establecimiento de un diálogo, de un diálogo fecundo, de un diálogo creativo. Es el diálogo del hombre con su tierra lo que hace que esta florezca, lo que la vuelve fecunda para todos nosotros. Esto es importante. Un buen itinerario formativo no proporciona soluciones fáciles, pero ayuda a adoptar una mirada más abierta y más creativa para valorizar mejor los recursos del territorio.
Comparto plenamente lo que se ha dicho sobre «custodiar» la tierra para que dé fruto sin ser «explotada». Se trata de uno de los mayores desafíos de nuestra época: convertirnos a un desarrollo que sepa respetar la creación. Yo miro a América –también a mi patria–: tantos bosques expoliados, que se convierten en tierra que no puede cultivarse, que no puede dar vida. Este es nuestro pecado: explotar la tierra y no dejar que nos dé lo que lleva en su interior con nuestra ayuda del cultivo.
Otro desafío ha surgido de la voz de esta valiente madre obrera, que ha hablado también en nombre de su familia: el marido, el niño pequeño y el niño que aún lleva en su vientre. El suyo es un llamamiento a favor del trabajo y, al mismo tiempo, a favor de la familia. ¡Gracias por este testimonio! En efecto, se trata de intentar conciliar los tiempos del trabajo con los tiempos de la familia. Pero les diré una cosa: cuando voy al confesonario y confieso –ahora no tanto como lo hacía en mi diócesis anterior–, cuando acuden un padre o una madre jóvenes, pregunto: «¿Cuántos hijos tienes?», y me lo dicen. Y siempre hago una pregunta más: «Dime, ¿juegas tú con tus hijos?». La mayoría contesta: –«¿Qué dice usted, padre?». –«Sí, sí: ¿Juegas tú? ¿Pierdes el tiempo con tus hijos?». Estamos perdiendo esa capacidad, esa sabiduría de jugar con nuestros niños.
La situación económica nos impulsa a ello, a perder esto. Por favor: ¡Perdamos el tiempo con nuestros niños! El domingo: usted [dirigiéndose a la trabajadora] se ha referido a ese domingo familiar, a perder el tiempo… Este es un punto «crítico», un punto que nos permite discernir, evaluar la calidad humana del sistema económico en el que nos encontramos. Y en ese ámbito se sitúa también la cuestión del domingo laborable, que no afecta solo a los creyentes, sino que interesa a todos, como opción ética. Estamos perdiendo precisamente este espacio de la gratuidad. La pregunta es: ¿Qué queremos priorizar? El domingo libre de trabajo –con excepción de los servicios necesarios– tiene la función de afirmar que la prioridad no lo tiene lo económico, sino lo humano, lo gratuito, las relaciones no ya comerciales, sino familiares, de amistad, y, para los creyentes, la relación con Dios y con la comunidad. Quizá ha llegado el momento de preguntarnos si trabajar los domingos es una libertad auténtica. Porque el Dios de las sorpresas y el Dios que rompe esquemas da sorpresas y rompe esquemas para que nos volvamos más libres: es el Dios de la libertad.
Queridos amigos: Quisiera hoy unir mi voz a la de tantos trabajadores y empresarios de este territorio para pedir que pueda también llevarse a la práctica un «pacto por el trabajo». He visto que en Molise se está intentando responder al drama del desempleo aunando fuerzas de manera constructiva. Muchos puestos de trabajo podrían recuperarse mediante una estrategia concertada con las autoridades nacionales: un «pacto por el trabajo» que sepa aprovechar las oportunidades que las normativas nacionales y europeas ofrecen. Los animo a seguir adelante por este camino, que puede producir buenos frutos tanto aquí como en otras regiones.
Quisiera retomar una palabra que tú [se dirige al trabajador que había intervenido] has dicho: dignidad. No tener trabajo no es solo no tener lo necesario para vivir, no. Podemos comer todos los días: vamos a Cáritas, vamos a esa asociación, vamos a ese club; vamos allí y nos dan de comer. Pero este no es el problema. El problema es no llevar el pan a casa: ¡esto es grave, y esto quita la dignidad! Esto quita la dignidad. Y el problema más grave no es el hambre, aunque este problema existe. El problema más grave es la dignidad. Por eso debemos trabajar y defender nuestra dignidad, dada por el trabajo
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Por último, quisiera decirles que me ha impresionado que me hayan regalado ustedes una pintura que representa precisamente una «maternidad». Maternidad implica dolor, pero el dolor del parto está orientado hacia la vida, está lleno de esperanza. No solo les doy las gracias, pues, por este regalo, sino que les agradezco aún más el testimonio que el mismo contiene: el de un dolor lleno de esperanza. ¡Gracias! Y quisiera añadir un hecho histórico que viví. Cuando era provincial de los jesuitas, había que enviar un capellán a la Antártida, a vivir allí diez meses al año. Lo medité, y fue uno: el padre Bonaventura De Filippis. ¿Pues saben ustedes? ¡Había nacido en Campobasso, era de aquí! ¡Gracias!