sábado, 13 de septiembre de 2014

Clamor contra la guerra



El Papa recordó este sábado a los muertos de la Gran Guerra, en una visita al  cementerio austro-húngaro de Fogliano di Redipuglia,  última morada de  14.550 soldados caídos durante los combates de  1914 y en la que combatió su abuelo, Giovanni Bergoglio, que sobrevivió para inculcarle el horror de la guerra.


Tras rezar entre las tumbas de los combatientes de cinco países cuyos restos comparten un mismo lugar de descanso, se trasladó al camposanto de Redipuglia, donde están enterrados cien mil soldados italianos de aquel conflicto y donde celebró una misa al aire libre. concelebrada con los cardenales de Viena y Zagreb y obispos procedentes de Eslovenia, Austria, Hungría y Croacia, así como obispos de órdenes militares y capellanes castrenses. Al concluir la misa, Francisco hizo entrega a los obispos de una lámpara de la paz que será encendida en las respectivas diócesis en las que se celebren actos en conmemoración de la I Guerra Mundial.



El acto tuvo  un momento especialmente emotivo cuando el jefe del Estado Mayor italiano, Almirante Mantelli hizo entrega al Papa de la chapa de identificación del soldado Giovanni Bergoglio, su abuelo, que combatió en las batallas del río Isonzo, en las proximidades de la que hoy es la frontera con Eslovenia

Serio y visiblemente emocionado  y con un tono de voz creciente, el pontífice dijo que la guerra es "una locura" alimentada por conceptos como "la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder" que a menudo encuentran justificación en la ideología y que lo destruye y lo trastorna todo.

"En este lugar, en este cementerio, sólo puedo decir que la guerra es una locura. La guerra destruye lo más hermoso que Dios ha creado, el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre los hermanos. La guerra es una locura, es querer desarrollarse, crecer, mediante la destrucción".
"Sobre la entrada a este cementerio se alza el lema desvergonzado de la guerra: "¿A mí qué me importa?". Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños... (...) La humanidad dijo: "¿A mí qué me importa?",

"Una situación que parece estar repitiéndose en la actualidad, momento en el que podría decirse que se vive una tercera Guerra Mundial combatida por etapas mediante crímenes, masacres y destrucciones de toda índole."

Este belicismo globalizado se debe a que en la "sombra" de la sociedad convergen lo que denominó como "planificadores del terror", o lo que es lo mismo, "intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder" y una industria armamentística cuyo corazón está "corrompido" por "especular con la guerra".


El Papa instó a los fieles, "con corazón de hijo, de hermano y de padre a llorar, es decir, a reaccionar an te el belicismo, y a abandonar la postura de Caín, que tras asesinar a su hermano Abel no derramó una sola lágrima
"La guerra es una locura, de la que la humanidad no aprendió la lección. Después hubo una segunda guerra mundial y las que hoy están en curso. ¡Cuándo aprenderemos esa lección"